Ser hermano jesuita, un signo profético

Quiero comenzar haciendo alusión a un evento significativo para conmigo como lo fue la última reunión internacional de hermanos jesuitas celebrada en Roma en el año 2022, donde el P. General Arturo Sosa, S.J. en su charla inaugural del evento se detenía en cinco pautas para incentivar los puntos de oración respecto a la reflexión de la identidad actual del hermano jesuita en la Compañía universal.

En las siguientes líneas me gustaría transmitir ese gozo profundo donde, desde mi experiencia personal han resonado algunos de estos signos proféticos a los cuales el P. General hace referencia en dichas pautas y que van íntimamente relacionadas a mi historia de vida; en la cual, «soy por lo que otros me han ayudado a ser, a partir de los encuentros cotidianos», incluso, antes de entrar a la Compañía y que ha sido una moción dentro de ella; lo que vuelve mi llamado vocacional en un acontecimiento sencillo donde como suave brisa, Dios ya tocaba mi puerta en lo que solía ser en mi vida allá donde me encontraba. 

A continuación, enlisto algunas resonancias en mi vida en función con las cinco pautas que propuso el P. General, haciendo énfasis en dos de éstas:

  1. El profeta es llamado y elige seguir la llamada; surge del pueblo.

A mi edad de cinco años, recuerdo que llamó mi atención el modo de relacionarse de unas hermanas Dominicas en su convento; en mi familia fuimos invitados a unos votos perpetuos de algunas religiosas que conocíamos y durante este evento celebraron mi cumpleaños las hermanas. Ambas experiencias las recuerdo con mucho cariño y desde entonces sumado al valor de la hospitalidad y generosidad que aprendí en mi hogar, considero que son hasta el día de hoy elementos importantes para disfrutar de la convivencia en la vida comunitaria: escucharnos, colaborar y convivir desde esta experiencia cercana y cuidada con una misión en común.

A partir de mis 18 años, descubría una alegría profunda al servir como catequista en la parroquia donde crecí y además, decidí ofrecerme durante los fines de semana en un voluntariado de alfabetización y asesorías en educación básica durante dos años. A la par de mis estudios, me gustaba «tocar puertas» en los hospitales para ofrecer mis servicios de becario en la carrera de la cual me titule como Ingeniero Biomédico y en vacaciones ir a ayudarle a mi papá a las industrias curtidoras a realizar mantenimiento a las maquinas.

De todo lo anterior, lo que más disfrutaba era convivir con los obreros en las industrias a la hora de «compartir el refresco y la torta», escuchar a las familias de los pacientes hospitalizados cuando iba a realizar algunos servicios a los aparatos de los hospitales; atender las historias de los comerciantes, zapateros o intendentes durante la aplicación de exámenes o círculos de estudio en el voluntariado de alfabetización y, enseñar por medio de algunas actividades artísticas la catequesis a las niñas, niños y adolescentes a través del show de marionetas o las estaciones de «ralis». 

Foto: Cathopic

  1. Experimenta la presencia de Dios

Fueron en estos encuentros cotidianos donde decidí prestar atención en si este modo de vida marcado por una amistad gratuita con quienes me relacionaba podría ser una apuesta de vida a tiempo completo; al salir de la universidad decidí que el primer trabajo sería a través de una sociedad industrial que conformamos algunos de mis compañeras y compañeros de generación.

Este estilo de trabajo en equipo donde cada una de nosotras y nosotros aportaba desde sus talentos para un proyecto en común, a la par de los clamores y esperanzas que seguía palpando en mis roles pastorales y de voluntariado, tocaron mi corazón y decidí apostar por una vida apasionada que diera signo profético de que aún es posible soñar juntos y compartir lo mejor que tenemos para un objetivo común.  Fue entonces que decidí soltar las riendas de la propia vida, confiando solo en Dios.

Para terminar, me gustaría expresar a modo de síntesis lo que durante estos primeros años de Compañía he apostado por una vida apasionada en la misma; dicha pasión resuena con las otras tres pautas que el P. General nos ha compartido a los hermanos de la Compañía universal:

«El profeta se reconoce por lo que es, no por lo que hace. Es una persona de Dios, que ha elegido ser compañero de Jesús, compartir su vida, su palabra y su misión de reconciliación y justicia proclamando que el reino de Dios está cerca. No importa lo que haga [el hermano]… ¡y aunque no haga nada! [hipérbole], el hermano ¡es!»

  1. Es compañero de Jesús en medio del pueblo de Dios.

Quiero ayudar a los prójimos en lo que haga falta y en cualquier parte del mundo e incentivar a las comunidades jesuitas a vivir como amigos en el Señor en fraternidad, siendo “animador” en la comunidad donde toque estar.

  1. La dimensión profética del hermano jesuita es poner la mirada puesta primero en Dios, luego mostrar el camino hacia él. 

Un fragmento de la apertura de nuestra Formula del Instituto y de nuestra preferencia apostólica universal, a esto me siento invitado en la Compañía.

  1. Camina en la esperanza

Finalmente, considero que el legado de pasión, cercanía y presencia de Francisco durante su Pontificado ha dejado huella en mi persona y estoy convencido que la esperanza en Jesús es lo que mantiene mi vitalidad puesta al servicio en medio del pueblo de Dios, inspirado por un profundo arraigo junto con ellas y ellos con la fidelidad creativa que compartimos como enviados a su misión.

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