«Dichoso el pueblo escogido por Dios»
MAYO
Domingo 26
- Deut 4, 32–34. 39–40
- Sal 32
- Rom 8, 14–17
- Mt 28, 16–20
§ El Libro del Deuteronomio presenta a Moisés hablando al pueblo en dos momentos. Primeramente, Moisés con sus múltiples preguntas busca liberar al pueblo del olvido que lo conduce al extravío, a la idolatría y la injusticia, e incitarlo a hacer memoria para que redescubra todo lo grande que Dios ha obrado en y con ellos. En un segundo momento, lo exhorta a reconocer y grabar en su corazón que uno solo es el Señor, Dios del cielo y de la tierra, en quien se encuentra la vida verdadera.
§ La Carta a los Romanos nos recuerda un dato fundamental del Nuevo Testamento: la revelación de Dios en Jesús como Padre. Las dos grandes pasiones de Jesús fueron el Padre y el Reino de Dios. Jesús, el Hijo, nos conduce al Padre precisamente haciendo manifiesta nuestra realidad de ser hijos de Dios guiados por el Espíritu Santo, y esto en el advenimiento del Reino de Dios.
§ En este Domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, la Liturgia de la Palabra propone la conclusión del Evangelio de Mateo en que Jesús envía en misión a los apóstoles. En Galilea se da un nuevo comienzo, ahora el de la Iglesia que vive por la efusión del Espíritu Santo.
Jesús les pide a los apóstoles hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ahora bien, la vida nueva ofrecida y aceptada en el bautismo requiere y exige el compromiso con el Evangelio.