«Si alguien me ama escuchará mi Palabra, la guardará en su corazón y la pondrá en práctica».
Mayo
- Hech 15, 1–2.22–29
- Sal 66
- Ap 21, 10–14
- Jn 14, 23–29
§ En las lecturas de hoy Jesús–Cristo es mostrado como un mistagogo, es decir, como aquél que enseña sobre el Misterio de la Salvación, habla para los recién bautizados y para todos los bautizados diciendo: «Si alguien me ama escuchará mi Palabra, la guardará en su corazón y la pondrá en práctica, y el fruto de esas obras será la Paz». Estamos hablando sobre el crecimiento cristiano en perspectiva de la partida de Jesús. Jesús prepara a sus discípulos, les dice que tienen que amar y guardar sus palabras.
§ En ese sentido tanto la primera como la segunda lectura apuntan para la salvación universal. La Paz de Cristo es para todos, pues Jesús–Cristo es el nuevo Templo y Cordero, con puertas abiertas para todos los confines de la tierra. En el llamado concilio de Jerusalén, narrado en la segunda lectura, el misterio cristiano es abierto a los no judíos, quitando la imposición de lo que ya no hace sentido, y pidiendo sólo lo fundamental para ser cristiano, que es amar a Jesús–Cristo escuchando su Palabra, guardándola en el corazón y poniéndola en práctica.
§ En esa decisión que hizo la Iglesia primitiva encontramos sentido a la promesa del Señor de enviarnos el Espíritu Santo como defensor y guía. La comunidad cristiana, junto con el Espíritu Santo, abren el misterio cristiano para todos. El Espíritu Santo capacita a la Iglesia para comprender nuestra fe en el hoy y discernir sobre aquello que puede estar atrapando nuestro seguimiento de Jesús. El Espíritu nos libera de lo que nos ata para que podamos amar y servir mejor a Dios.
El Espíritu nos ayuda a continuar con la misión de Jesús, por tanto, no tengamos miedo al cambio liberador, más bien tengamos miedo a olvidarnos de amar a Jesús–Cristo poniendo en práctica sus Palabras.
