Evangelio del domingo 24 de marzo

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

MARZO

Domingo 24

  • Jn 12,12–16 o Mc 11,1–10 
  • Is 50, 4–7
  • Sal 21
  • Flp 2, 6–11
  • Mc 14, 1–15, 47

§ En este Domingo de Ramos la profecía de Isaías nos recuerda la tarea del discipulado que consuela al cansado y escucha al Señor. Frente al mundo hostil, el discípulo no se retira hacia atrás, sino que pone el rostro a los adversarios. El Señor no deja solos a aquéllos que le siguen.

§ Para el libro de Filipenses, por nuestra salvación Jesús se encarnó, y con ello asume la fragilidad humana sin aferrarse a su condición de Hijo de Dios. Al hacerse verdaderamente humano nos enseña el camino que ha de tomar la humanidad. En Él encontramos el ejemplo de la escucha obediente al Padre y, al ser exaltado por Dios dándole el nombre sobre todo nombre, muestra su predilección por la salvación humana.

§ La lectura de Marcos 14 nos narra los momentos antes de la preparación a la cena de Pascua, colocando la historia de la mujer pecadora que embalsama de Jesús con su frasco de perfume. El gesto es repudiado por muchos, quienes consideran que es un gasto que pudo servir a los pobres. Jesús, por su parte, toma el gesto como preparación a su sepultura.

Con el Domingo de Ramos iniciamos una semana de reflexión. Las lecturas de este día nos invitan a mirar el inicio de la Pasión del Hijo de Dios. El relato de su muerte, de la preparación de la cena de Pascua, es la historia de hombres y mujeres que hoy ven sometida su dignidad como personas y que tuvo su punto culmen en Jesús. La frase «a los pobres siempre los tendrán» no es el asentimiento para perpetuar la pobreza, sino la invitación a no quedarnos con los brazos cruzados frente a estas situaciones que le quitan la dignidad al ser humano. En los pobres y adoloridos de hoy se refleja la Pasión de Jesús, y en su lucha por la justicia el camino para la Resurrección.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán
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