«¿Quién será grato a tus ojos, Señor?».
Julio
- Gén 18, 1–10
- Sal 14
- Col 1, 24–28
- Lc 10, 38–42
§ En la lectura del libro del Génesis Dios se encuentra con Abraham en el Valle del Mambré. Abraham y Sara ya son viejos y no han tenido aún descendencia, sin embargo, en este diálogo Dios les hace una promesa: «Volveré a ti según el tiempo de la vida, y he aquí, tendrá un hijo tu esposa Sara». Abraham y Sara creen en esa promesa porque nada es imposible para Dios. Aunque haya dudas y titubeos la promesa de Dios abre el horizonte para que pueda surgir el pueblo de Israel.
§ Esa promesa de descendencia en la segunda lectura adquiere el tono de la sabiduría de Dios. La promesa de que la sabiduría de Dios sobre los misterios del amor, la bondad, la creación y la maldad llegarán a la humanidad. La sabiduría de Dios llega en dosis justas y adecuadas para aquéllos que se dejan habitar por la santidad de Dios: «el misterio que había estado oculto desde los siglos y por generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos». Por ello, mucho ayuda dejarse habitar por la santidad de Dios, centrarse en su llamado para no distraerse entre la multitud de estímulos que nos descentran de su llamado.
§ Jesús nos habla como a Marta y María, su voz y palabra nos llegan en momentos inusitados. En ocasiones, la rapidez y la avidez de novedad nos pueden atolondrar. Es lo que dice Jesús: «Marta, Marta, estás afanada y turbada con muchas cosas. En cambio, María ha escogido la buena parte».
Detenerse con serenidad ante la palabra del maestro. Recibir la sabiduría de los misterios de Dios, estar atento a sus promesas para detenernos en aquella fuerza unificadora que nos lanza a humanizarnos. Dejemos que la palabra de Jesús sea promesa de sabiduría condensada para la vida buena del reino de Dios.

Un comentario
Excelente homilía pidamos sin cesar por la paz del mundo y que mejor ofrecimiento que es la misa podría padre si puede recomendar unos libros de iniciación filosofía cristiana