«¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, si claman a él día y noche?»
OCTUBRE
Domingo 16
XXIX del Tiempo Ordinario
- Éx 17, 8-13
- Salmo 121(120)
- 2Tim 3, 14-4,2
- Lc 18, 1-8
Una fe que insiste, que no se rinde fácilmente, que conoce la justicia y que no quiere resignarse a menos que ella. Esa es la viuda que Jesús reconoce en su Evangelio, seguramente porque ha conocido a muchas viudas y mujeres así. Es esa insistencia la que imita la fidelidad de Dios, comprometido con su pueblo, como podemos ver en la figura de Moisés con los brazos levantados, ayudados por sus compañeros. Sus brazos levantados son el signo de Dios que también levanta sus brazos para que no nos cansemos de pedir, trabajar y buscar la justicia que del mismo Jesús hemos aprendido.
§ La viuda del Evangelio se parece a muchas mujeres de nuestra tierra buscando justicia, encarnada en la recuperación de sus hijas e hijos, desaparecidos con violencia. Se parece a quienes reclaman que se enjuaguen las lágrimas, se curen los corazones y no dejan de levantar su voz para que la vida sea verdaderamente amada y protegida.
§ Pongamos nuestros ojos, aprendiendo a mirar como Jesús, en esas mujeres y personas que buscan y esperan justicia, aun en medio de las mayores injusticias. Acostumbrémonos a mirar así, reconociendo que nuestro deseo merece respeto y satisfacción, porque cuando miramos de esta manera, estamos poniendo nuestros ojos y nuestra esperanza donde la pone Dios.
§ Y es que podemos contemplar en estos esfuerzos a Dios mismo que no deja de trabajar con y por nosotros. Él es el primero que ha levantado los brazos para defendernos, para sostenernos, para impulsarnos y convocarnos a levantar los nuestros, para que no nos venza el miedo que genera la violencia y la guerra, y creamos que es posible, porque la necesitamos, la justicia, la verdad y la paz.