«En ti, Señor, confío. Aleluya»
ABRIL
Domingo 14
- Hech 3, 13–15. 17–19
- Sal 4
- 1 Jn 2, 1–5
- Lc 24, 35–48
§ En Hechos de los Apóstoles, Pedro declara que hacer caminar al paralítico fue posible, no por su poder ni el de Juan, sino gracias a la santidad de Jesucristo, a quienes ellos crucificaron y Dios resucitó. Pedro, argumentándose de las Escrituras hasta lo sucedido en aquellos últimos tiempos con Jesús, los exhorta al arrepentimiento y la conversión para recibir el perdón por sus pecados.
§ La primera Carta de Juan nos recuerda el misterio de la salvación y de la liberación que nuestra existencia experimenta concreta y esperanzadamente en Jesucristo. La salvación, la verdad, no se alcanza con decir «yo conozco a Dios», sino en la coherencia de nuestra vida con el Evangelio, en la vivencia de los mandamientos, del Amor.
§ El Evangelio de Lucas llama a reconocer a Jesús de Nazaret como el Salvador en el acontecimiento de su resurrección, es un llamamiento al reconocimiento del Señor Jesús que da la paz. Un reconocimiento que lleva tiempo, que se va gestando paulatina e ininterrumpidamente a lo largo de nuestras vidas, liberándonos del miedo, temor, desconcierto, dudas, y siempre en la libertad de hijas e hijos de Dios.
El testimonio de los discípulos que lo reconocen al partir el pan nos invita, por una parte, a reconocerlo y tocarlo en el pan partido en cada Eucaristía que se celebra y, por otra parte, a encontrarlo y dejarnos encontrar por Él en cada una de nuestras hermanas y hermanos, especialmente de los pobres que aún portan las heridas y llagas del Señor. Jesús resucitado es el mismo Jesús que conocieron los discípulos y apóstoles, pero ya no es lo mismo, puesto que ahora tiene una nueva existencia que es glorificada.