«La salvación se manifiesta en la gratitud del que ha sido sanado en lo profundo».
2 Re 5, 14–17
Sal 97
2 Tim 2, 8–13
Lc 17, 11–19
- Naamán, extranjero y poderoso, es sanado sólo cuando baja al río y se despoja de su orgullo. En el agua, símbolo de conversión, Dios sana su cuerpo y su corazón.
- El salmo y la carta a Timoteo proclaman la fidelidad de Dios. Nos recuerdan que Él no abandona, ni siquiera cuando somos infieles, y esta certeza nos sostiene a lo largo de nuestras vidas.
- De los diez leprosos curados por Jesús, sólo uno regresa a agradecer, y es un samaritano, el menos esperado. La gratitud se convierte en la huella de una fe viva y la salvación va más allá de curaciones superficiales; es un encuentro profundo con Jesús, capaz de encender en nosotros una confianza total.
- La gratitud de los excluidos, de los pequeños y de los pobres es sincera, porque ellos reconocen que la salvación no se compra ni se merece; se recibe como don. Hoy también nosotros estamos llamados a regresar a Jesús, a caer a sus pies y agradecer la vida que Él nos ha devuelto.
Que nuestras heridas sanadas nos lancen a vivir con gratitud y a proclamar que Dios se encuentra en los márgenes de nuestra historia.

Ilustración: ©Tzitzi Santillán