
Hace unos meses los cristianos de todo el mundo celebramos la Pascua, la fiesta de la Resurrección de Jesús: la luz que brilla en las tinieblas, el Dios vivo en medio de nosotros.

June, Luke y su hija Hannah huyen hacia el norte, desde Boston hasta Canadá. La ciudad ha sido tomada por el régimen de Gilead, un nuevo gobierno que, tras una guerra civil, ha derrocado a Estados Unidos e instaurado un sistema teocrático cristiano y absolutamente totalitario.

Una inquietud en la fe que siempre tuve, fue querer saber un poco más acerca de la Resurrección de Jesús, debido a que es un dogma de nuestra fe y en el que durante los estudios teológicos quise poner especial atención.

En algún momento de nuestro seguimiento del Señor experimentaremos una muerte, la lejanía de un motivo para seguir esperando, la desilusión de nuestra confianza o la vulnerabilidad que monopoliza nuestra perspectiva.

El Domingo de Resurrección comenzamos el tiempo de Pascua que terminará hasta el Domingo de Pentecostés. Un tiempo en el que podemos recordar el paso del pueblo hebreo de la esclavitud a la liberación, de la servidumbre al servicio.

En 2022 la editorial Buena Prensa nos sorprendió con la publicación de los Itinerarios de Fe y esperanza, mirada desde las mujeres bíblicas que acompañaron la pasión de Jesús. Ya desde entonces la combinación de relatos proféticos con itinerarios de oración hacían del trabajo de María José Encina Muñoz una obra conmovedora y novedosa.

Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos, pues «si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe», pero también tendemos a pensar en esta resurrección como un momento escatológico muy puntual.