Cien años de la Juventud Obrera Cristiana

Días antes de la muerte del cardenal Cardijn ocurrida el 24 de julio de 1967 hablaba con el presidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), Rienzie Rupasinghe, y el tesorero, Joseph Weber. Podemos entender que la fogosidad del hombre que cambió la Iglesia todavía era vibrante y su angustia, interminable.

—Mis queridos amigos —les dijo—. No voy a vivir mucho tiempo, pero quiero decirles que después de los debates del Vaticano II, hechas las valoraciones y confirmando sus textos, se movilizará el poder de los conservadores del Vaticano.

»La JOC aportó mucho a este Concilio, no solamente a mí, sino a todos los obispos, cardenales y muchos otros que tuvieron en cuenta la visión misionera desarrollada y aplicada por la JOC. Sin embargo, unas fuerzas muy poderosas tratarán de parar y bloquear este reconocimiento en el interior de la reformada Iglesia. La JOC será sometida a duras pruebas de resistencia frente a numerosas personalidades bien establecidas del Vaticano.

»Cuando yo me haya ido y no esté físicamente presente, será necesario que sean verdaderos laicos, capaces de defender interna y externamente en la Iglesia lo que trabajosamente desde hace más de cincuenta años hemos construido a fuerza de convicciones y manifestaciones. Deben saber que los opositores no cederán en su empeño de destruir la JOC, sus dirigentes laicos, sus consiliarios, su acción y su misión entre los jóvenes trabajadores.

»Les hará falta ser laicos fuertes y de gran alcance, debéis buscar alianzas para continuar vuestra misión en el ambiente obrero de jóvenes y adultos. Será necesario mantener la lucha para conservar en la Iglesia lo que duramente hemos construido y organizado y que ha permitido que miles de militantes de la JOC, en todo el mundo, hayan llegado a convertirse en líderes capacitados en sindicatos, partidos políticos, asociaciones de desarrollo y, especialmente renovadores de nuestra Iglesia. Sí Rienzie, sí Joseph: puedo contar con ustedes para transmitir y hacer llegar nuestra específica e insustituible misión. Bien sé que ello será un combate difícil, pero deben realizarlo en mi lugar. Solamente ustedes los laicos pueden ganarlo. Yo estaré con ustedes desde allá arriba… Oren por mí.
Joseph Webe.

Este fue el testamento de Cardijn. Y, entonces ¿qué se celebra en el centenario de la JOC?

Se puede pensar que la profecía se ha cumplir, ocho años después de su muerte. En la ciudad de Linz la JOC internacional se reúne en su 5º Consejo Mundial para poner en papel las intuiciones fundamentales de su fundador. El resultado: el Vaticano no acepta los documentos y una serie de acontecimientos se desatan en cadena: se disuelve el equipo internacional, se suspende un Consejo Mundial planeado en Bangalore y no habrá otro Consejo hasta Juventud Obrera Cristiana en la ciudad de Madrid, donde se trabaja bajo amenaza de la Conferencia Episcopal Española, pero apoyado por el cardenal Enrique Tarancón.

Las advertencias no eran un invento, el cardenal sabía dónde se movía. Cardijn había descubierto de forma existencial la diferencia que se construye entre las condiciones sociales de existencia; la diferencia que se ha construido entre estas condiciones sociales de existencia de sus camaradas, los niños de la escuela primaria que iban con él a la misma escuela y luego, las de él como sacerdote y sus camaradas en el mundo del trabajo: había una gran diferencia que le hizo tomar conciencia de este recorrido entre los jóvenes de la clase. Descubrió de forma existencial que las condiciones sociales de existencia nos dividen en clases sociales, no de forma teórica, sino en la realidad. El concepto de clase era inaceptable en una estructura burguesa.

Cardijn creó un movimiento. Movimiento es una acción colectiva de actores que actúan juntos. No hacen un conjunto para hacer buenas obras con idea de caridad, caridad hacia los pobres; se trataba de hacer un movimiento de actores sociales, de actores que toman una postura, que asumen un lugar al interior de la estructura de la sociedad. Movimiento que hace pasar a todo un grupo de un estado de pobres a un estado de oprimidos que luego toma en sus manos su propia suerte para realizar una organización y transformar su vida y la sociedad.

Pertenecer a una institución que fundamentalmente tiene valores burgueses y cree que la creencia es la que aglutina todo creyente sin distinción es un error, cuando además se sabe que originalmente esta institución parte de un mensaje de esperanza, de emancipación, de lucha social por la justicia como valores del Reino. Cardijn, preocupado por cómo cerrar este abismo entre dos realidades, una clase obrera anticlerical y antirreligiosa y el mensaje contenido en su origen de la Iglesia católica, se propuso realizar lo casi imposible.

Su genio fue utilizar a esa institución muy cercana a la filosofía del pensamiento social burgués para transformar la realidad con el discurso y la práctica de Jesucristo. Conocía la resistencia de la Iglesia Católica, pero la claridad y la verdad de su análisis lo llevó a superar esos obstáculos, y así creó su método. Su método, el método de la JOC, un método inductivo que parte de la realidad de los jóvenes trabajadores, profundiza sobre las causas y desemboca en la acción; «ver, juzgar y actuar».

No es un método que parte de arriba, de la Revelación divina para transmitirla a la base, es un método que parte de la base, de la realidad concreta que viven los jóvenes trabajadores y los trabajadores en general, para reflexionar y actuar; no parte de una abstracción más o menos lógica y creíble, se trata de una verdad vivida que se comparte para formar una institución que se encuentra, que hace comunidad para luchar juntos, para ser constructores de su propia historia.

El método tiene sus líneas teóricas, como creer en la capacidad de los jóvenes, en la capacidad de los de abajo para asumir su propio papel en la sociedad, acumular saberes: capacidad que existe al interior mismo de los sujetos que han querido desarrollarla, que hace pasar al sujeto de saber que no solamente es una clase «en sí», de darse cuenta de que lo es, sino darse cuenta de ser una clase «para sí»; de no ser solo una clase que existe objetivamente, sino una clase social que tiene conciencia de su situación. Este fue el punto clave que su movimiento, la JOC lo asumiría y lo redefinió de manera clara al interior de la clase obrera.

No solo eso, Cardijn fue muy sensible al carácter anticlerical, concepto que le causó uno de los más grandes conflictos, aun con su propio cardenal, el cardenal Suenens, pero que con suma habilidad y prudencia logró llevar y hacer pasar sus ideas hasta el Concilio Vaticano II. El anticlericalismo se manifestaba en su teoría sobre el «apostolado de los laicos». Durante gran parte de su vida luchó hasta el día de su muerte por defender su postura, por lo que escribiría su más importante libro: Laicos en primera línea. Los laicos están en la primera línea de la vida de la Iglesia, a través de ellos la Iglesia es el principal animador de la sociedad humana.

Para Cardijn, la esencia del apostolado radicaba en que cada persona tenía un destino divino y una misión divina que no comenzaba después de la muerte, sino desde el presente, en las condiciones de su vida cotidiana, donde los laicos eran los primeros apóstoles de Dios, en su entorno y entre sus semejantes. El apostolado laico lo entendía como la construcción del mundo en todos sus aspectos: físico, económico, social, cultural, cívico, político, etc. Sus ideas llegaron así hasta el Concilio Vaticano II porque creía que el Concilio podría cambiar las mentes si todo el clero animaba a los laicos.

Pero ya Suenens afirmaba que el papel propio y normal del laico era, por un lado, le correspondía participar activamente en la obra de evangelización, preparando, apoyando y prolongando la acción sacerdotal, y, por otro lado, le correspondía propiamente, bajo su exclusiva responsabilidad, cristianizar lo temporal. Esta «prolongación de la acción sacerdotal» le parecía a Cardijn muy clerical.

También le planteaba a la Iglesia católica un desafío para que fuera más allá de sus estructuras parroquiales y de la comunidad católica, había que ir al centro mismo de las masas que no pertenecen a la Iglesia, se trataba de transformar al mundo, no conquistándolo, sino transformándolo.

Una pregunta fundamental taladraba su mente hasta el borde de la tumba: ¿Tendría la Iglesia del mañana un auténtico apostolado laico?

No soy vocero de la JOC, pero creo que estos cien años han sido cien años de resistencia, cien años de sostener unos principios y unos ideales: un compromiso con la clase obrera y la juventud trabajadora. La JOC ha recibido la represión de todo tipo de autoridades, desde las jerarquías católicas hasta la de los gobiernos, no digamos de qué denominación. La JOC celebra cien años de transmitir la alegría de vivir a la juventud trabajadora. La JOC celebra cien años, aunque marginada, de ser la causante de la conversión de muchos sacerdotes, obispos y cardenales; ha formado innumerables líderes sociales y obreros, por su método ha pasado por lo menos un papa y grandes pedagogos y movimientos sociales se han inspirado en su método, y ha sido capaz de influir en las decisiones más trascendentales del más grande Concilio que ha tenido la Iglesia Católica.

Hoy nos parece muy común oír el método de Ver, Juzgar y Actuar, pero la organización de Cardijn se ha encargado de sostenerlo y aplicarlo. Fiel a los ideales de su fundador, la JOC ha llegado a miles de jóvenes trabajadores de todo tipo de creencia sin importar convertirlos a una creencia, sino animarlos a transformar su persona, su ambiente y la sociedad. La JOC, después de cien años, le puede decir a Cardijn: Sí, confía en nosotros. Si ha tenido momentos de debilitación es porque está expuesta a todos los vaivenes de cualquier institución.

Ezequiel Ávila Curiel

Basado en mi propia experiencia participando en la JOC como militante, dirigente continental e internacional, en escritos de Francois Houtart y Suenens vs Cardijn. //teleaven.com. Testamento escrito por Joseph Weber.

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