Despertar movimientos interiores y dinamismos comunitarios mientras se presenta la persona de Jesús no es una tarea fácil. Es un arte que se hila fino; una labor de siembra, gratuidad y de una constante renuncia a nuestros esquemas adultocentristas que creen saber lo que las y los jóvenes necesitan.
La Navidad, en algunos momentos de mi vida, me resultaba más inquietante que significativa. Durante muchos años fue una experiencia más bien de privilegio, mezclada con una sensación de vacío.