JUEVES SANTO
Otra mesa llena de comida, llena de risas, con rostros conocidos, y todos, absolutamente todos, reunidos contigo, porque te queremos.
El silencio invadió la habitación cuando nos lavaste los pies.
Nuevamente no te entendí lo profundo de este gesto tan sencillo.
¿Qué tipo de servicio nuevo es éste?
¿Por qué haces el trabajo de un esclavo?
Y Pedro, siempre tan impulsivo…siempre tu aprendiz.
La misma bendición del pan, las mismas palabras, la misma emoción de estar juntos contigo, y ahora celebrando la Pascua en Jerusalén. Pero tu respiración, profunda y lenta, revela que experimentas algo distinto.
“Tomen y coman […]Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes”
“Tomen y beban […] Esta es mi sangre que será entregada por ustedes”
“Hagan esto en memoria mía” (Lc 22, 17-20) …
En ese momento entendí que te estabas despidiendo.
El nudo en la garganta nos impide hablar; algunas lágrimas caen por nuestras mejillas.
Porque el amigo que nos ha devuelto la esperanza y la vida, ahora nos pide confiar completamente en Él, y en su Padre, con quien va a regresar.
Desde ese momento, te recordamos al hacernos pequeños y servidores de los más pequeños del mundo. El nuevo ayuno es vivir y compartir tu misericordia.
“Velen, y hagan oración” (Mt 26, 41)
Si te busco, te encuentro en la vida de los demás, en sus sufrimientos, en sus dolores y tristezas, en sus esperanzas y su fe.
Y agradezco tu presencia en la consolación que perdura, y que únicamente viene de tu Amor.
En el silencio del corazón, volvemos a ti, porque nunca te has ido.
“Hagan esto en memoria mía” (Lc 22, 17-20)
LA CRUZ
“Mueren otros tres bandidos”… nada nuevo hoy en nuestros días.
Y el mundo no se detuvo, como yo lo pensé.
Pero mi mundo sí se detuvo, porque no acepto tu muerte en cruz.
Te veo, y como siempre, quiero evadir el dolor,
esquivar el miedo y no sentir mi tristeza.
Nos miras desde la cruz, con un amor incomprensible,
y pides a tu Padre por nosotros.
“Perdónalos, no saben lo que hacen” (Lc 23, 24)
Tus amigos te dejaron,
y en el escondite del corazón,
les duele haberte abandonado.
Solo y expuesto ante el mundo,
te despojas de todo, con confianza radical:
“Padre, en tus manos me encomiendo” (Lc 23, 46)
Al pie de la Cruz, te miro, y en ti
veo a quienes te seguimos.
Y me pregunto:
¿Qué he hecho por Cristo?
¿Qué hago por Cristo?
¿Qué he de hacer por Cristo?
Ejercicios Espirituales n°53
Te miro, pero ahora ya no estás aquí.
¿Cómo será mi vida sin Jesús?
Todo se volvió oscuro y frío,
porque el mundo que conocía
acabó con tu muerte.
“Todo está cumplido” (Jn 19, 30)