En un contexto global marcado por desplazamientos masivos de personas, ocasionados por guerras, violencia y cambios drásticos en el clima y medio ambiente, el acompañamiento a migrantes realizado desde las obras jesuitas resulta una tarea esencial en la construcción de un mundo que mira esos retos con esperanza.
Pienso en las aves migratorias. Desde Colombia, donde vivo y trabajo como jesuita en el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), en este momento cerca de 490 millones de aves migran libremente a través del aire, bordeando las costas de muchos países para seguir un rumbo fijo hacia el norte del continente americano.
El Servicio Jesuita a Refugiados (jrs) nació hace 42 años. En ese entonces el Padre Pedro Arrupe, s.j., quien era Superior General de la Compañía de Jesús y siendo testigo del contexto de violencia que había dejado la guerra de Vietnam, hizo un llamado a más de 50 provincias para prestar ayuda humanitaria.