Despertar movimientos interiores y dinamismos comunitarios mientras se presenta la persona de Jesús no es una tarea fácil. Es un arte que se hila fino; una labor de siembra, gratuidad y de una constante renuncia a nuestros esquemas adultocentristas que creen saber lo que las y los jóvenes necesitan.
Se cuenta para no olvidar, se cuenta para no repetir una situación dramática, se cuenta para resignificar una catástrofe, se cuenta porque nos vincula con una comunidad específica.