
«Ser hija de tu Hijo es paradoja:
lo dijo tu dorado florentino.
Mas es también misterio diamantino
que sea del Padre el Hijo a quien alojas».

No por ser de Dios madre la elegida
te alabo, leve rosa de Judea,
ni frente a ti me asombro porque vea
que nazca el Sol de estrella complacida.