
Cuando Jorge Mario Bergoglio salió al balcón de la Plaza de San Pedro y se presentó como Francisco, el nuevo obispo de Roma, venido de “los fines del mundo”, los gestos del primer papa jesuita capturaron las miradas por su sencillez y espontaneidad que rompen con esquemas, pero que demuestran una forma de cómo quiere que seamos Iglesia: caminando juntos.