Un expresidente que promete, una vez más, construir un muro a lo largo de toda la frontera entre su país y México, mientras amenaza con deportar a más de 11 millones de indocumentados bajo el pretexto de que las ciudades de su país ya parecen “Venezuela con esteroides”.
No hay violencia más violenta que la que ejerce un Estado contra sus propios ciudadanos, que pone a sus tres poderes y su fuerza policial a las órdenes no del bien común sino de una minoría insaciable.