Yo lo que más recuerdo es la noche en que me contaron los primeros milagros antes aún de conocerle. Esa noche soñé en Él, me lo imaginé grande, magnífico.
Sí, es cierto. La fe puede ser un terremoto, no una siesta; un volcán, no una rutina; una herida, no un caparazón; una pasión, no un puro asentimiento.
En la siguiente fábula el autor ha procurado seguir el consejo de san Ignacio de Loyola: ocupar el papel de alguno de los personajes para revivir con todos los sentidos la experiencia viva de cada pasaje.