
Si pudiéramos decir que cuando nos sentimos bien estamos consolados y cuando nos sentimos mal estamos desolados sería más sencillo.

No es novedad que las embestidas están a la orden del día. Lo que sí sorprende es su intensidad, su fuerza destructora, su liviandad.

Atención y esmero son una clave para descubrirnos en el tiempo, las relaciones, y los espacios que habitamos, pero, sobre todo, para poder percibir cómo es que la presencia de Dios se ha colado en los entresijos de nuestros ritmos vitales.

Muchas veces he escuchado a algunas personas decir que cuando piensan en sí mismas van a ser “un poco egoístas por un ratito”. Siempre me ha hecho pensar esa expresión en qué entendemos por egoísmo entonces.