Soy afortunado hijo de buenos padres, feliz miembro de una numerosa familia, el tercero de cinco hermanos. Siempre alumno de colegios teresianos y ahora, universitario jesuita.
Comienzo este escrito aclarando que tampoco creo en las coincidencias. Más bien creo firmemente que todo discurre hacia algo más allá de la suerte y de lo fortuito, que dista de nuestros planes y deseos, y que, para mí, tiene el nombre de Dios.